No pocas veces denostamos muchos principios básicos del Crecimiento Personal porque creemos conocer la Consciencia y Sabiduría que estos nos van a aportar, porque los tachamos de ser muy simples, incluso (aparentemente) banales. Una de las grandes diferencias que hay entre el ser humano y el resto de los seres vivos es la cantidad de explicaciones que damos y los procesos mentales que acompañan a nuestras acciones. Si miramos en la naturaleza a una abeja, un perro o un gato, ninguno de ellos da explicaciones de lo que hace; simplemente son y actúan en base a su forma de ser, su programación, su codificación. Pero ellos no tienen moral, no tienen juicio, no tienen la necesidad de explicar por qué hacen lo que hacen... Sin embargo, los seres humanos gastamos probablemente tanta o más energía en explicar por qué hacemos lo que hacemos, que en hacerlo. Es algo que incluso nos pedimos los unos a los otros: pedir explicaciones, quién es el responsable… Detrás de estas explicaciones hay un juicio asociado a un concepto de bien y mal que en sí mismo en la naturaleza es inexistente. Nadie en la naturaleza se pregunta por qué un león caza. Esa nube energética mental que construimos todos es el inconsciente colectivo en el que todos estamos sumergidos y que todos cocreamos (los unos con los otros) a lo largo de los siglos, ha ido alimentando una especie de monstruo que está detrás de nosotros y que, más o menos de forma consciente o de forma inconsciente, nos obliga a actuar de una manera determinada y nos obliga a dar explicaciones de porqué hacemos lo que hacemos..." /> No pocas veces denostamos muchos principios básicos del Crecimiento Personal porque creemos conocer la Consciencia y Sabiduría que estos nos van a aportar, porque los tachamos de ser muy simples, incluso (aparentemente) banales. Una de las grandes diferencias que hay entre el ser humano y el resto de los seres vivos es la cantidad de explicaciones que damos y los procesos mentales que acompañan a nuestras acciones. Si miramos en la naturaleza a una abeja, un perro o un gato, ninguno de ellos da explicaciones de lo que hace; simplemente son y actúan en base a su forma de ser, su programación, su codificación. Pero ellos no tienen moral, no tienen juicio, no tienen la necesidad de explicar por qué hacen lo que hacen... Sin embargo, los seres humanos gastamos probablemente tanta o más energía en explicar por qué hacemos lo que hacemos, que en hacerlo. Es algo que incluso nos pedimos los unos a los otros: pedir explicaciones, quién es el responsable… Detrás de estas explicaciones hay un juicio asociado a un concepto de bien y mal que en sí mismo en la naturaleza es inexistente. Nadie en la naturaleza se pregunta por qué un león caza. Esa nube energética mental que construimos todos es el inconsciente colectivo en el que todos estamos sumergidos y que todos cocreamos (los unos con los otros) a lo largo de los siglos, ha ido alimentando una especie de monstruo que está detrás de nosotros y que, más o menos de forma consciente o de forma inconsciente, nos obliga a actuar de una manera determinada y nos obliga a dar explicaciones de porqué hacemos lo que hacemos..." />