La forma primitiva de conocimiento era más intuitiva. No había un lenguaje tan articulado, tal cantidad de estímulos y el tiempo transcurría de otra manera. En ese contexto era más fácil llegar a comunicarte con la realidad de una manera más meditativa y pausada. De esa forma, al presenciar la misma rosa, se llegaría a una comunión mucho más directa con ella sin acercarnos tanto al concepto en sí mismo, sino conectados con su propia vibración, olor, forma, color y esencia.
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