Apolonio de Tiana
27 de Abril de 2025

Biografía de Apolonio de Tiana: el místico que comparan con Jesús
Introducción:
En el turbulento siglo I de nuestra era, cuando el Imperio Romano se encontraba en su máximo esplendor, emergió un personaje tan misterioso como fascinante: Apolonio de Tiana. Filósofo, místico y viajero incansable, Apolonio desafió las normas establecidas y se convirtió en un símbolo de sabiduría y poder espiritual.
A través de los vastos territorios del Mediterráneo, sus enseñanzas y prodigios le valieron la admiración de sus contemporáneos y, al mismo tiempo, despertaron temores y recelos entre los poderosos de su época, ya que se le atribuían milagros, curaciones y una sabiduría que trascendía las fronteras del conocimiento humano de aquel momento.
Pero, ¿quién fue realmente este enigmático personaje?
¿Un sabio iluminado, un mago, o tal vez un farsante?
Exploramos su vida, sus viajes y las leyendas que lo rodean para intentar descifrar los secretos de Apolonio de Tiana, el hombre que se atrevió a desafiar al tiempo y la muerte.
La biografía de Apolonio se caracteriza por sus misterios y curiosidades que, aún hoy, nos dejan perplejos. Una de las más asombrosas fue su extraordinaria longevidad.
Se cuenta que vivió más de 100 años, algo impensable para aquel momento, lo que llevó a muchos a creer que poseía conocimientos místicos sobre la inmortalidad o que había alcanzado un nivel espiritual tan elevado, que lo hacía casi inmune al paso del tiempo.
Pero su larga vida no es lo único que asombra. Apolonio fue también un viajero tenaz que recorrió el mundo antiguo para ampliar sus conocimientos. Desde Grecia hasta la India, pasando por Egipto y visitando otros países que dejaron huella en él, cosechó enseñanzas de los sabios más importantes de su tiempo: los brahmanes, los sacerdotes egipcios y los caldeos, convirtiéndose en un puente entre las diferentes tradiciones espirituales del mundo antiguo.
Otro de los aspectos que lo hicieron legendario fue su capacidad para realizar milagros. Los relatos de la época aseguran que Apolonio no solo curaba enfermedades, sino que llegó a resucitar a los muertos. Esto, inevitablemente, lo llevó a ser comparado con otra figura contemporánea fundamental: Jesucristo; comparación potenciada por su propio final, rodeado de eventos que en la actualidad continúan siendo inexplicables.
Apolonio de Tiana... un nombre que ha seguido resonando a lo largo de los siglos como el de un auténtico místico de la antigüedad. Entendamos mejor quien fue.
En nuestra serie Biografías de los Místicos podrás conocer en Documentales de 30 minutos, las figuras de los místicos más importantes de la historia de la humanidad.
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Un místico de enorme grandeza:
Pero, ¿por qué podemos decir que Apolonio fue un místico?
Primero, está su profunda conexión con el mundo espiritual. Apolonio, nacido en el siglo I d.C., dedicó su vida al estudio de la filosofía pitagórica, una corriente de pensamiento que buscaba la purificación del alma a través de la sabiduría y la disciplina. Siguiendo estos principios, Apolonio practicaba el ascetismo: una vida de abstinencia y autocontrol que lo acercaba a lo divino, lo cual es un rasgo característico de los místicos.
Pero lo que realmente lo define como un místico es su capacidad de realizar actos milagrosos. Los relatos de su vida, especialmente los recopilados por su biógrafo Filóstrato, están llenos de historias que lo muestran como un hombre capaz de hacer cosas extraordinarias: desde la curación de enfermos hasta la resurrección de muertos, y su capacidad para predecir el futuro. Algunos lo consideraban un hechicero, pero para sus seguidores, era un auténtico sabio que había alcanzado una unión con lo divino.
Su Infancia
Nació en el año 3 después de Cristo, en el pequeño pueblo de Tiana, en la región de Capadocia de Turquía. Hijo de una familia acomodada y respetada, desde su infancia, mostró señales de ser un niño extraordinario.
Sus padres, conscientes de su inteligencia y su comportamiento sereno, decidieron enviarlo a estudiar a Tarso, una de las ciudades más cosmopolitas del mundo antiguo y un importante centro de aprendizaje.
Sin embargo, el joven Apolonio pronto sintió rechazo por el bullicio y la vida mundana de Tarso. Decidió mudarse a Egas, un lugar más tranquilo y cercano a la naturaleza, donde comenzó su formación bajo la guía de un maestro pitagórico. Fue aquí donde, siendo aún sorprendentemente joven, adoptó las enseñanzas de Pitágoras y comenzó a practicar el ascetismo: dejó de comer carne, evitaba los placeres mundanos y vivía según una estricta disciplina de pureza y autocontrol.
También demostró un asombroso sentido de la percepción y la comprensión.
Se cuenta que, siendo apenas un niño, ya conocía las costumbres y filosofías de su época con una profundidad que sorprendía a los adultos. Pasaba largas horas meditando y en profundo silencio, y pronto se ganó la reputación de ser un 'niño sabio', capaz de comprender verdades que escapaban a los mayores.
Una curiosidad notable de su infancia es que, se dice que al cumplir los catorce años hizo un voto de silencio que mantuvo durante cinco años, dedicando ese tiempo a perfeccionar su pensamiento y su espíritu. Este acto de autocontrol y devoción asombró a la familia y a sus maestros, quienes veían en él a alguien destinado a grandes cosas.
Así, en su niñez, Apolonio ya se perfilaba como una figura excepcional, diferente de los demás niños, con un destino marcado por el conocimiento y la búsqueda de la verdad.
Su infancia fue el preludio de una vida dedicada a explorar los misterios del mundo y del espíritu, dejando claro desde el principio que no sería un hombre común.
Una juventud Viajera
La adolescencia y juventud de Apolonio de Tiana fueron etapas de intenso aprendizaje y formación espiritual. A los quince años, ya había adoptado por completo el estilo de vida pitagórico, renunciando a cualquier tipo de lujo y compromiso con los placeres terrenales. Mientras otros jóvenes se entretenían con las diversiones propias de su edad, Apolonio se sumergía en la filosofía y la búsqueda del conocimiento.
Pasó sus primeros años de juventud viajando a diferentes ciudades del Mediterráneo oriental, siempre en busca de la influencia de nuevos maestros y su sabiduría.
A diferencia de otros filósofos que viajaban con séquitos y comodidades, Apolonio solía desplazarse a pie o en barco, vestido con una sencilla túnica blanca, siguiendo las enseñanzas pitagóricas que le imponían la renuncia a cualquier lujo.
Durante esta etapa, se cuenta que Apolonio realizó un viaje significativo a Antioquía, donde se enfrentó a la vida lujosa y corrupta de la polis. Aquí, empezó a ganar fama como filósofo y maestro, y sus primeras enseñanzas empezaron a atraer a discípulos.
Cuentan que Apolonio tenía una presencia tan magnética y carismática que incluso los más escépticos se sentían atraídos por su sabiduría y calma interior.
Un evento notable de su juventud fue su peregrinación a Egipto, viaje que realizaría en varias ocasiones a lo largo de su vida. En Alejandría, estudió con sacerdotes egipcios, quienes le transmitieron conocimientos sobre sus antiguos misterios y prácticas espirituales. Este viaje marcó profundamente su pensamiento, integrando elementos de las tradiciones filosóficas y religiosas egipcias en su propia visión del mundo.
También viajó a lugares tan lejanos como la India acompañado por algunos discípulos. Una de las aventuras más llamativas que vivió ocurrió durante una travesía que muy pocos griegos de su tiempo se atrevían a emprender, ya que implicaba cruzar Persia, que estaba llena de retos y peligros.
Pero lo consiguió y, cuando llegó a Taxila en el actual Pakistán, se reunió con los brahmanes y los gimnosofistas, sabios hindúes que practicaban una forma de vida similar a la suya. Se dice que allí fue recibido con gran respeto, e incluso se le atribuye haber tenido discusiones filosóficas con los sabios locales, compartiendo y comparando sus conocimientos sobre el alma, la naturaleza y el cosmos.
Una de las historias más sorprendentes de este viaje cuenta que, en el camino de regreso, Apolonio y sus seguidores fueron interceptados por un grupo de bandidos en el desierto. Los bandidos, impresionados por la serenidad y el valor con los que Apolonio les habló, decidieron no solo dejarlo en paz, sino que se convirtieron en discípulos momentáneos, escuchando sus enseñanzas antes de dejarle continuar su camino.
Este viaje no solo amplió su conocimiento, sino que también reforzó su reputación como un verdadero sabio y místico.
Su juventud fue, sin duda, una época de formación intensa, que sentó las bases de una vida como filósofo itinerante y maestro espiritual.
La combinación de sus enseñanzas pitagóricas, su autodisciplina férrea y su ansia de conocimiento lo convirtieron en un joven diferente a cualquier otro, alguien destinado a convertirse en una figura legendaria. Sus hazañas y su sabiduría pronto lo llevarían a ser conocido como uno de los hombres más sabios de su tiempo, capaz de realizar milagros y prodigios que asombraron a todo el mundo antiguo.
Autodisciplina y castidad de un Místico
En todo este tiempo, Apolonio perfeccionó su autodisciplina.
Se levantaba al amanecer, comía solo lo necesario para subsistir y dedicaba la mayor parte del día a estudiar y meditar. Uno de sus votos más destacados fue el de mantener el celibato y practicar el ascetismo, evitando cualquier comportamiento que pudiera considerarse impuro o lujurioso.
En sus viajes, entró en contacto con conocimientos esotéricos y realizó rituales religiosos que desafiaban las creencias convencionales, lo que le dio fama de ser alguien que poseía una erudición trascendental, siendo capaz de comunicarse con los dioses.
Se decía de Apolonio que poseía una calma sobrehumana y que su presencia irradiaba un aura de serenidad mística. Aquellos que lo conocían afirmaban que era más que un filósofo; era un mediador entre lo humano y lo divino, un hombre que, a través de la meditación, la abstinencia y el conocimiento profundo, había alcanzado un estado espiritual superior.
De las muchas facetas de Apolonio de Tiana, una de las más enigmáticas es la de sus relaciones íntimas, o más bien, la ausencia de ellas. Apolonio cultivó siempre una imagen de pureza y autocontrol, siguiendo estrictamente los preceptos del pitagorismo, que promovían la abstinencia sexual y el desapego de los placeres mundanos.
No hay registros claros ni relatos que sugieran que Apolonio mantuviera relaciones íntimas o amorosas a lo largo de su vida. De hecho, su biógrafo más conocido, Filóstrato, lo presenta como un hombre de extraordinaria castidad, dedicado completamente a la búsqueda espiritual y el ascetismo. En su filosofía, la renuncia al deseo carnal era vista como un requisito fundamental para alcanzar un estado elevado de sabiduría y pureza espiritual.
Apolonio se consideraba un mediador entre los dioses y los hombres. Para mantener ese estado, evitaba todo lo que pudiera distraerle de su misión, incluyendo los lazos emocionales o físicos que pudieran surgir de relaciones íntimas. Este autocontrol no solo fue una parte clave de su filosofía personal, sino que también inspiró a muchos de sus seguidores, que lo veían como un modelo viviente de lo que significaba estar completamente dedicado a la espiritualidad.
Su vida fue ejemplo de inquebrantable disciplina. Para él, el cuerpo no era más que un vehículo para el alma, y las necesidades físicas, incluido el deseo sexual, debían ser controladas o eliminadas para alcanzar la verdadera conexión con lo divino.
Así, la figura de Apolonio se alza no solo como la de un sabio, sino también como la de un místico que, al rechazar los placeres del mundo, buscaba alcanzar un estado de pureza que lo acercara más a los dioses.
Apolonio de Tiana encarna el ideal del asceta, el hombre que se elevó por encima de lo terrenal, para consagrarse por completo a su misión espiritual.
Apariencia mundana y personalidad:
Apolonio de Tiana, dejó una profunda huella en la historia, pero pocos datos concretos se conocen sobre su apariencia física. Las descripciones que sobreviven son escasas, aunque sus seguidores y biógrafos lo retratan como un hombre de presencia imponente.
Filóstrato, su principal biógrafo, lo describe como alguien de apariencia noble y serena, con una calma sobrehumana que irradiaba autoridad y espiritualidad a la par.
Se dice que su rostro estaba marcado por la tranquilidad de un hombre que había alcanzado una comprensión profunda del universo.
Físicamente, Apolonio era considerado un hombre moderado en su forma de vestir y de costumbres simples, reflejando su adherencia a los principios ascéticos del pitagorismo. Vestía ropas sencillas, a menudo blancas y en concordancia con su búsqueda de la pureza espiritual. Rechazaba el lujo y los placeres mundanos, lo que reforzaba su imagen de sabio desapegado del plano material.
Sin embargo, su personalidad es lo que más ha fascinado a generaciones posteriores. Apolonio fue un hombre de gran carisma y sabiduría, capaz de cautivar a quienes lo escuchaban con sus palabras. Los relatos hablan de un ser de presencia magnética, alguien cuya capacidad para atraer discípulos y seguidores era extraordinaria.
Su discurso era claro, profundo y cargado de misticismo, lo que le permitió ganarse tanto el respeto de filósofos como de reyes.
Al igual que muchos místicos, Apolonio poseía un sentido de tranquilidad espiritual que lo diferenciaba de otros maestros de su tiempo. No solo hablaba de la purificación del alma, sino que lo vivía manteniendo siempre una conducta sobria y austera ejemplar.
Se cuenta que sus seguidores lo admiraban por su extraordinario autocontrol y su gran capacidad de soportar las adversidades con una calma casi divina.
Pero Apolonio también era un hombre de convicciones firmes. Desafió a las autoridades de su época, enfrentándose incluso al emperador Domiciano, lo que demuestra su valor y determinación. A pesar de ser perseguido, nunca se desvió de su misión espiritual, manteniendo la integridad en todo momento.
Parecía desafiar las leyes de la naturaleza, viviendo una vida tan extensa como extraordinaria.
Se cree que su longevidad se fundamentó en su estricta adherencia a las enseñanzas pitagóricas, que promovían una vida parca, la práctica del autocontrol y la pureza espiritual. Apolonio vivía bajo un ascetismo riguroso: evitaba los placeres materiales, seguía una dieta vegetariana rechazando la carne y también el vino, convencido de que sólo a través de la moderación y la disciplina podía mantenerse en armonía con lo divino. Según sus seguidores, esta conexión espiritual profunda con el cosmos era la fuente de su vitalidad inquebrantable, permitiéndole vivir más de 100 años, algo excepcional en aquellos años.
Los Milagros:
Apolonio de Tiana, es recordado no solo por sus enseñanzas, sino también por los milagros que se le atribuyen y que asombraron al mundo antiguo. Muchos de estos prodigios, documentados por su biógrafo Filóstrato, se han convertido en leyenda y han sido comparados incluso con los milagros de Jesús.
Uno de los que más sorprende es la resurrección de una joven.
En Roma, durante la boda de una joven de noble familia, la prometida cayó muerta repentinamente. Toda la ciudad estaba sumida en el dolor cuando Apolonio, que se encontraba en la capital, fue llamado al lugar. Con una serenidad absoluta, se acercó al cuerpo y, tras pronunciar unas palabras que nadie pudo entender, tomó su mano. Increíblemente, la joven abrió los ojos y se levantó, como si simplemente hubiera estado dormida. Los presentes quedaron anonadados y el rumor de su poder milagroso se extendió como la pólvora por toda Roma.
Otro acto maravilloso fue la Predicción de la Muerte del Emperador Domiciano, que ocurrió en Éfeso. Apolonio estaba impartiendo sus enseñanzas cuando, de repente, se detuvo y miró hacia Roma con expresión grave. Afirmó que en ese preciso instante, el emperador Domiciano estaba siendo asesinado. Sus discípulos, incrédulos, no le dieron mayor importancia, pero días después, llegaron noticias confirmando que Domiciano había sido, efectivamente, asesinado a cientos de kilómetros de distancia en el momento exacto en que Apolonio lo había predicho.
Otro ejemplo sucedió durante su estancia en Roma, donde Apolonio fue testigo de un espectáculo cruel: un grupo de prisioneros condenados a muerte estaba encadenado y expuesto al público. Apolonio, conmovido por la injusticia, se acercó y simplemente tocó las cadenas. Según se cuenta, las cadenas se soltaron milagrosamente y los prisioneros quedaron libres. Las autoridades, atónitas y temerosas, decidieron dejarlos marchar, pues creían que un poder divino estaba actuando a través de Apolonio.
Pero el caso más llamativo de los milagros fue La Expulsión de un Demonio en Corinto. En la ciudad de Corinto, un joven estaba poseído por un demonio que lo atormentaba y lo hacía cometer actos atroces. Apolonio, al enterarse del caso, se dirigió al lugar y, con solo unas palabras, ordenó al espíritu maligno abandonar el cuerpo del muchacho.
El joven, que antes se comportaba de manera salvaje, se desplomó en el suelo y luego se levantó como si nada hubiera pasado. Los ciudadanos, testigos del evento, proclamaron que Apolonio había expulsado al demonio y el joven quedó libre de su tormento.
A través de estos y otros milagros, dejó una huella imborrable en la memoria colectiva. Sus actos, rodeados de incógnitas y asombro, lo elevaron a un estatus casi divino, convirtiéndolo en una figura que sigue desafiando nuestra comprensión, más de dos mil años después de su muerte.
Su muerte:
La muerte de Apolonio de Tiana tiene elementos que la hacen casi una leyenda, acorde con la enigmática vida que llevó. A diferencia de muchos personajes históricos de su tiempo, no existen relatos claros y consensuados sobre cómo o dónde murió. Las versiones sobre sus últimos días varían y cada una parece más fantástica que la anterior.
Una de las historias más difundidas, relatada por su biógrafo, cuenta que Apolonio, ya anciano, fue llevado a juicio en Roma por el emperador Domiciano, quien lo acusaba de conspiración. Durante el proceso, se cuenta que Apolonio habló con una elocuencia y serenidad tan impresionantes que dejó a todos en la sala asombrados.
Justo cuando parecía que sería condenado, se levantó, miró al tribunal y, con un gesto de despedida, desapareció misteriosamente ante los ojos de todos. Filóstrato sugiere que Apolonio se desvaneció en el aire, como si se hubiera transformado en algo más allá de lo físico.
Otra versión señala que, tras su desaparición en Roma, Apolonio viajó a Creta y se retiró al templo de Dicte, en la cima del Monte Ida. Allí, rodeado por un pequeño grupo de discípulos, se dice que desapareció de manera pacífica durante la noche, como si hubiera decidido dejar su cuerpo físico para trascender a un plano superior de existencia.
También hay relatos que indican que simplemente murió de manera natural, en silencio, en algún lugar desconocido, mientras seguía viajando y enseñando a sus seguidores.
Cada relato refleja la fascinación que Apolonio despertó. La falta de pruebas concretas y la mezcla de mito y realidad en torno a su figura han contribuido a que su muerte siga siendo un enigma. Sea cual sea la verdad, lo que es indudable es que Apolonio se despidió del mundo de la misma forma en que vivió: rodeado de misterio, sabiduría y asombro, dejando una huella indeleble en la historia de la filosofía y la espiritualidad.
Analogías con Jesús de Nazareth
Apolonio de Tiana y Jesucristo, dos hombres emblemáticos separados por la historia, pero que en ocasiones han sido comparados por sus sorprendentes similitudes.
¿Qué ha llevado a establecer este paralelismo?
Primero, está la época en que vivieron. Ambos compartieron el mismo siglo, el primero de nuestra era, un período de gran efervescencia espiritual en el Imperio Romano.
Mientras Jesús predicaba en Judea, Apolonio recorría el mundo mediterráneo y más allá, llevando consigo una filosofía que, al igual que la de Jesús, atraía multitudes en busca de respuestas espirituales.
En segundo lugar, los dos fueron considerados hombres santos y realizadores de milagros. Se dice que tanto Apolonio como Jesús poseían habilidades sobrenaturales: Apolonio, según las crónicas, curaba enfermos, predecía el futuro y resucitaba a los muertos, hazañas que inevitablemente lo hicieron comparable con Jesús, quien también es recordado por sus curaciones y milagros. Esta capacidad de actuar como intermediarios entre lo humano y lo divino consolidó sus legados como maestros místicos.
Otro punto de comparación lo encontramos en su mensaje moral y ético.
Jesús predicaba sobre el amor al prójimo, la compasión y la salvación a través de la fe, mientras que Apolonio, profundamente influenciado por el pitagorismo, abogaba por la pureza, la autocontención y la unión con lo divino a través de la sabiduría y la virtud.
A pesar de sus diferencias filosóficas, ambos compartían un profundo sentido de transformación espiritual y la búsqueda de una vida moralmente elevada.
Además, los dos enfrentaron oposición y persecución. Mientras Jesús fue condenado a la crucifixión por las autoridades romanas, Apolonio también fue acusado de herejía y encarcelado bajo el emperador Domiciano. Sin embargo, en lugar de la muerte, se dice que Apolonio escapó milagrosamente, lo que sólo añadió más misticismo a su persona.
Finalmente, tras su muerte, sus seguidores los veneran como figuras divinas.
Los cristianos elevaron a Jesús como el Hijo de Dios, mientras que los devotos de Apolonio lo consideraron un sabio casi divino, alguien que había alcanzado una conexión directa con lo celestial.
Estas similitudes generaron comparaciones entre sus vidas y legados, aunque cada uno dejó una huella distinta en la historia, en especial el proceso de apoteosis que experimentó la figura de Jesús de Nazareth, enmarcado como uno de los hombres más influyentes de la historia universal.
Pero reflexionemos.. ¿Cuáles son las fuerzas que mueven la escala de estos procesos de apoteosis? ¿Quizá muy buenas biografías, como los evangelios? ¿Unos buenos amplificadores del legado, como San Pablo o los discípulos?
¿Tal vez la propia divinidad o la estatura del personaje?
En cualquier caso, lo que es indudable es que Apolonio, el filósofo errante, y Jesús el redentor, representan figuras místicas altisimamente elevadas cuya influencia trascendió las fronteras de su tiempo, aunque han quedado inscritos en la historia espiritual de la humanidad con una escala muy distinta.
El legado:
El legado de Apolonio de Tiana ha dejado una huella profunda en la historia espiritual y filosófica de la antigüedad. A lo largo de los siglos, Apolonio ha sido reconocido como un sabio, un místico y un reformador moral. Sus enseñanzas, basadas en la pureza del alma, el autocontrol y la búsqueda de la verdad, influyeron en los seguidores del pitagorismo, quienes lo idolatraban como un ejemplo vivo de sus ideales de vida ascética y devoción.
Más allá de los debates religiosos, su legado se preservó a través de la obra de su biógrafo, quien escribió la más extensa narración de su vida. Esta biografía ayudó a consolidar su imagen como un hombre con poderes extraordinarios y sabiduría profunda, y fue ampliamente leída y discutida en la antigüedad. Incluso los emperadores romanos, como Caracalla, llegaron a venerar a Apolonio, levantando templos en su honor.
En épocas posteriores, especialmente en el Renacimiento, Apolonio fue redescubierto por filósofos y esoteristas, quienes lo veían como un místico adelantado a su tiempo, una figura que personificaba el conocimiento oculto y la conexión entre lo humano y lo celestial. Su nombre se ha mantenido vivo como un símbolo de sabiduría antigua y poder espiritual, inspirado por su búsqueda incansable de lo absoluto y su rechazo a las limitaciones terrenales.
Apolonio de Tiana dejó un legado que aún resuena: un místico inmortalizado en la historia, cuya vida y enseñanzas continúan desafiando la comprensión y fascinando a quienes buscan lo sagrado en los misterios de la antigüedad.
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